Afán de perfección

El anhelo de perfección es un impulso hacia Dios, que es la suma de lo perfecto. Cuando en nuestras actividades buscamos la pulcritud, la armonía, aquello esmerado que resulta de una aplicación concentrada, estamos tendidos hacia Él; a veces nos damos cuenta de esto y otras no, pero toda búsqueda del bien o del bien hacer tiene a Dios por meta, velada o manifiesta.

No existe problema con el anhelo de perfección, el conflicto surge cuando no nos asumimos imperfectos, cuando no aceptamos que, en nuestro caso, la perfección siempre será solo una intención, un modelo al que aspiramos como dirección de la vida.

Lo no completo, lo imperfecto, es una de las características de lo humano, al igual que nuestra tendencia al infinito, a la búsqueda de lo inmortal o la sociabilidad.

Este afán de perfección puede transformase en escrupulosidad o en una especie de obsesión, si olvidamos lo anterior. Pero en tanto nos recordemos Hijos, necesitados de misericordia en cualquier momento de nuestra vida, permaneceremos conscientes de nuestra humildad y recibiremos al error o a lo imperfecto en general como parte del camino espiritual.

Es más, lo equivocado nos muestra lo correcto en su misma manifestación y debido a este contraste aprendemos de continuo. Del mismo modo, la caída original pese a todo el dolor que comporta, nos señala el verdadero origen, anclado en aquél jardín de la Presencia.

La Cruz señala la resurrección del mismo modo que nuestro lamento ante lo imperfecto nos muestra la posibilidad de una condición futura, viviendo una claridad sin límites, plenos de una alegría sin sombra.


Cuidaros!

 

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