EN TIEMPOS DE CUARESMA
Queridas familias: Existe una tradición en el libro
del Éxodo, escondida entre líneas de los textos que han dominado la redacción
del libro, que habla de la salida de Egipto como una expulsión del pueblo de
Israel de la tierra de Egipto al desierto. Me gustaría utilizarla para
reflexionar sobre el sentido que podemos dar a la cuaresma este año.
En esta perspectiva la cuaresma
litúrgica puede ser una invitación a reconocer los gestos, situaciones,
realidades con los que Dios acompañó al pueblo de Israel e identificar con él
los lugares de su presencia alentadora entre nosotros.
Así se vio Israel, en el desierto
y sin marcha atrás. No podía volver a su antigua situación y lo que veía en su
presente era un camino difícil que no mostraba apenas indicadores de vida.
Puedes contemplar y explicar ante el Señor tu situación concreta. Tus pérdidas, tus miedos, tus
inseguridades, tu malestar, tu enfado con la situación… y ponerla en sus manos,
como si quisieras que el Señor la conociera de primera mano, por tu boca. Hazlo
con confianza incluso si tienes que mostrarle por momentos tu rabia.
Termina recitando el salmo 77
despacio, recordando que Israel fue conducido y salvado finalmente por Dios:
Alzo mi voz a Dios gritando, alzo
mi voz a Dios para que me oiga.
En mi angustia busco a Dios; de
noche extiendo las manos sin descanso,
y mi alma rehúsa el consuelo.
Cuando me acuerdo de Dios gimo, y
meditando me siento desfallecer.
Sujetas los párpados de mis ojos,
y la agitación no me deja hablar.
Repaso los días antiguos,
recuerdo los años remotos;
de noche lo pienso en mis
adentros, y meditándolo me pregunto:
«¿Es que el Señor nos rechaza
para siempre y ya no volverá a favorecernos?
¿Se ha agotado ya su
misericordia, se ha terminado para siempre su promesa?
¿Es que Dios se ha olvidado de su
bondad, | o la cólera cierra sus entrañas?».
Y me digo: «¡Qué pena la mía! ¡Se
ha cambiado la diestra del Altísimo!».
Recuerdo las proezas del Señor;
sí, recuerdo tus antiguos portentos,
medito todas tus obras y
considero tus hazañas.
Dios mío, tus caminos son santos:
¿Qué dios es grande como nuestro Dios?
Tú, oh Dios, haciendo maravillas,
mostraste tu poder a los pueblos;
con tu brazo rescataste a tu
pueblo, a los hijos de Jacob y de José.
Te vio el mar, oh Dios, te vio el
mar y tembló,
los abismos se estremecieron. Las
nubes descargaban sus aguas,
retumbaban los nubarrones, tus
saetas zigzagueaban.
Rodaba el estruendo de tu trueno,
los relámpagos deslumbraban el orbe,
la tierra retembló estremecida.
Tú te abriste camino por las aguas,
un vado por las aguas caudalosas,
y no quedaba rastro de tus huellas.
Mientras guiabas a tu pueblo,
como a un rebaño, por la mano de Moisés y de Aarón.
Mientras guiabas a tu pueblo…
Mientras guiabas a tu pueblo…
Mientras guiabas a tu pueblo…
Comentarios
Publicar un comentario
Gracias por tu comentario! En breve lo revisaremos y lo publicaremos.