CUESTIONES DEL CAMINO
La vida espiritual no es un camino llano. Por lo general,
presenta numerosos altibajos. Colinas, valles pronunciados, desvíos, senderos, sorpresivas
cumbres y peligrosos desfiladeros, son figuras que muestran con claridad las
experiencias que atraviesan quienes se han dispuesto en la búsqueda de Dios.
Son los que han emprendido el viaje hacia lo profundo del
corazón, aquellos que indagan en busca de la perla escondida; los que
sumergiéndose en pos del silencio van tras el secreto que en aquel se oculta. Hoy en día son extraños en un mundo extraño. Peregrinos que
vienen de lejos, con una mirada forastera, poco tienen en común con una época
en la que todo brilla y suena reclamando atención, prometiendo bonanzas
inmediatas a cambio de la luz que anima el espíritu.
Llamados a una vida de silencio y oración, atraídos
misteriosamente hacia el recogimiento y la contemplación; dudan a veces de si
mismos, se preguntan por su propia cordura, cuando no logran aceptar del todo
la vocación con la que han sido marcados. Es que lo que nos rodea tiende a incorporarse, los valores
imperantes pugnan por agregarse al alma, buscando de ella, sumisión y entrega
en la alienación.
¿Qué haremos entonces?
Esto se refiere a la actitud previa a cualquier acción. A un
porte del ánimo, a una manera de estar posicionados frente a lo que viene en el
momento siguiente. Hace falta que nos centremos en la disposición con la cual
encaramos la jornada y cada actividad. El corredor adopta una postura muy precisa antes de lanzarse
a la carrera, se agazapa, se apoya con precisión para obtener impulso, todo en
él se dispone para salir disparado con velocidad hacia la meta. Permanece
estático en espera de la señal.
Todos los atletas saben de la importancia de estar
preparados para la tarea. Se ejercitan desde antes de la competencia misma.
Siguen una rutina de descanso, nutrición y entrenamiento. La vida espiritual precisa de una ascesis, sin ella desvaría
sin rumbo el caminante. Pero hay que distinguir; ascesis no es rigidez, ni
escrúpulo, ni forzamiento. Es más bien un ordenamiento en función de lo
querido, un establecernos pautas que nos faciliten el ascenso.
Pero el problema se presenta cuando teniendo intención y
ascesis, no encontramos el ánimo para practicarla, cuando nos extraviamos de
nuestra misma meta y las decisiones de ayer nos resultan ajenas, como si
hubiera sido otro el que se consagró o el que decidió seguir la puerta
estrecha.
De eso se trata, de encontrar la disposición adecuada. Sin
este ordenamiento anímico, que es también físico y espiritual, la ascesis queda
relegada como un proyecto bien intencionado pero impracticable.
No hacer las cosas apresurados y sin más. Negarse al
apremio, resistir la prisa que viene de adentro y a la de afuera. Buscar
entonces esa manera de situarnos que nos permite hacer bien lo que sea que
hagamos. Lo primero en cada jornada y lo más importante en cada
momento ha de ser encontrar la disposición adecuada. Aplicar esto cuando
advertimos que nos perdimos, que empezamos a perder la “frecuencia” espiritual,
esa “sintonía” con lo sagrado.
Uno ha de mantenerse en el camino y para eso necesitamos estar
atentos a nosotros mismos y traernos al centro nuevamente, cada vez que
empezamos a ser zarandeados por los estímulos del medio.
¿Esto es gracia? Si, es gracia y también
disposición de nuestra parte. Porque la fuerza de la gracia esta siempre
disponible, pero hay que permanecer abiertos a su acción, interesados en
recibirla.
Vivir en la Presencia de Aquél que amamos y en Quién nos
refugiamos es la meta del peregrino espiritual. Queremos vivir con Cristo y en
Cristo. Quisiéramos limpiar el corazón para este se haga morada de lo
trascendente.
Esto es don y también disposición, determinación inflexible
del corazón…
Agradecimiento especial al equipo de "El santo nombre", Blog hermanado con nuestra comunidad.
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